Hace algún tiempo tuve el privilegio de asistir a una facilitación sobre Design Thinking y gestión de entornos de aprendizaje colaborativo en Brooklyn, New York.
Estaba emocionada. Una vivencia internacional y multidisciplinaria deja siempre un saldo mas que favorable de crecimiento y relaciones.
New York es una ciudad de convergencia, moderna y vanguardista. El expertise y la versatilidad de los concurrentes así me lo demostraron.
Y esto me hizo reflexionar.
¿Qué es lo que hace de una facilitación una experiencia útil, original y digna de recordar?
El concepto de facilitación ha sido sujeto de cambios significativos. Haciendo un resumen de sus implicancias, es posible afirmar que la facilitación tiene como propósito hacer posibles los aprendizajes en las personas.
El rol del facilitador es crucial y ha evolucionado mucho a lo largo de los años. En un sentido tradicional, podíamos verlo como una persona que compartía conocimientos con otros para que éstas desarrollen sus competencias y solucionen sus dilemas en el trabajo. El dominio de un tema particular -la competencia disciplinar- y la habilidad de transmitirlo eran sus herramientas primordiales.
Ahora, la figura del facilitador también es entendida como la de un guía cuya misión es asistir a otros en su búsqueda de respuestas, propiciando una atmósfera de discusión y exploración para generar claridad y sinergia. El manejo del proceso es su factor crítico de éxito.
Los métodos han cambiado: Un facilitador administraba en su mayoría, información para transmitirla y resolver inquietudes. Ahora, su labor adicional es la de canalizar energías, sacando lo mejor de los participantes de sus experiencias de enseñanza, aprendizaje y reflexión.
En estos días, existe una amplia variedad de metodologías dinámicas y creativas para el aprendizaje y desarrollo del factor humano en las organizaciones. Los juegos serios como LEGO® Serious Play®, Points of You® o Mta Learning® son claros ejemplos y su efectividad dependerá de la naturaleza de los propósitos planteados: Lograr una comunicación asertiva, un liderazgo participativo, una solución adecuada a los conflictos, una mayor cohesión entre los equipos de trabajo, etc.
No obstante, es el facilitador como figura encargada de la fluidez, el diseño y el impacto de estas propuestas quien hace la diferencia entre suscitar un encuentro grupal de imprecisa relevancia o provocar un momento genuino de reflexión, química, descubrimiento y colaboración compartidos.
La facilitación efectiva constituye sin duda alguna un antes y un después en la conducta de los colaboradores.
Es tarea de las compañías puntualizar lo que requieren de un facilitador y sus metodologías, ser conscientes de los cambios que necesitan en su fuerza laboral para optimizar su performance e investigar sobre la calidad de los servicios que se ofrecen en el mercado. Solo de esa forma podrán realizar una inversión calculada e inteligente en su personal.
En New York me hicieron reír, bailar, dibujar y jugar. Conecté con mi niña interior y con otros niños. Me permitieron cultivar aspectos nuevos de mi ser en un ambiente de alegría, música y diversión y eso hizo que las vicisitudes de mi viaje valieran la pena absolutamente.
Ampliar horizontes e ir tras nuestras metas requiere ayuda, esfuerzo y planificación, más no debe ser algo cuadriculado, tedioso o monótono por nada del mundo.
Melissa Celis Malatesta
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